Una vez amé

Una vez amé.

10.15.2012

Innegable testarudez.

Entre trastos viejos y un ambiente cargado a pasado, di por casualidad con una pequeña caja de madera que llamó al instante mi atención. Llena de polvo, colgaba de ella un pequeño candado pegado a su llave. La curiosidad me llevó a querer saber que guardaba entre sus diminutas paredes. Encontré un carta con pequeñas manchas de gotas sobre una de sus caras. Quizás rastros de alguna bebida, quizás lágrimas. Decía así:

Querida amiga.

Sobran palabras así como excusas, razones al igual que hechos. Recuerdo la primera vez que vi aquellos ojos llenos de luz interior. ¿Sabes?, fue la primera vez que contemplaba un brillo de aquella forma tan espléndida. Derrochabas entusiasmo y alegría, una simpatía con la que resultaba irresistible querer entablar cualquier tonta conversación que nos hiciera perder el sentido del tiempo, ahogándonos en largas horas de risas y secretos. Adoraba esa sensación. 
Será parte de mi y de toda mi vida, pensé entonces. La persona alegre y tranquila que intuí destinada a ser la compañía que cada mañana contemplaría al despertarme. Tan iluso como tierno. Una ternura que tenía como único fin el compartir una tarde juntos, un helado o simplemente una sonrisa cómplice que nos delatara ante el mundo. En aquél momento descubrí, sin darme cuenta, lo que quería para mi vida. Aún no estando acostumbrado a alcanzar objetivos concretos a corto plazo y mucho menos siendo deseados de aquél modo.
De repente la amarga nostalgia que me acompañaba hasta ese entonces, se desprendió al igual que lo hacen las hojas secas de los árboles con la llegada del otoño. Una nostalgia que me hacía sobrevolar un pasado oscuro y lleno de una realidad que jamás quise vivir. 
Cada noche, a partir de aquél momento, nos imaginaba cómplices de momentos, perdidos en un laberinto del que no deseábamos salir y el cual no hubiésemos cambiado ni tan siquiera por el más lujoso y deslumbrante de los palacio. Un pequeño laberinto sólo para los dos. Vislumbraba un futuro soberbio que no daba cabida a ningún tipo de tizne en nuestras vidas.
Hoy, tanto tiempo después, un nudo de palabras se atascan en mi garganta. Un hilo de lágrimas asoma con timidez. En momentos así nada resulta razonable. No hay expresión que salga con un mínimo de sensatez. Todo lo contrario, fluyen a trompicones entre pensamientos, reflexiones y recuerdos que componen un día a día tan triste que en ocasiones me consume toda sonrisa e ilusión. Una vez más, las maletas se me quedan a medio hacer, llenas de sueños inciertos que jamás llegarán a realizarse. Con tu adiós no pensé, no reflexioné, ni siquiera recordé. Sólo lloré. 
Con el paso de los días agradecí que no me concedieras tiempo para prolongar aquella despedida, habría sido demasiado dolorosa. Tenía la necesidad de buscar un por qué, una causa que pudiera darme la respuesta a todo aquello. Encontré muchas, pero no tantas como para superar las razones que tenías para quedarte. Por aquél entonces, y aún a día de hoy, anulas cualquier sentido que me permita percibir lo que acontece a mi alrededor. Quizás sea el recuerdo de tu piel, tus suspiros al oído o mi innegable testarudez. Lo cierto es que el recuerdo de esos ojos me devuelven una satisfacción temporal que desaparece al volver a la realidad, donde el peso de mis propias miserias caminan vagamente entre mi almohada y mis sueños.

La vida nos ofrece, a lo largo de la misma, cantidad de momentos en los que el destinos nos parte con quiebros inesperados, sorpresas y esquinazos que hemos de afrontar con la mayor entereza posible según se nos presente. En ocasiones estamos preparados para enfrentarnos a ello, en otras simplemente no. Es por eso que aquí sigo, intentando asimilar que ya no estás, que no volverás.


Después de leer aquello, sólo fui capaz de devolver aquella carta a su sitio. La tristeza de su autor se impregnó en mi como el olor a campo recién mojado por la lluvia después de meses de eterna sequía. Sólo espero poder saber algún día, que les habrá deparado el destino. Larga y escarpada es la senda de la vida.

10.07.2012

Como tonos grisáceos de paisaje otoñal.

¿Recuerdas aquellos nervios? Esa sensación de miedo y curiosidad que suele surgir en momentos determinados de la vida. Como cuando entras por primera vez al colegio. Nueva clase, nuevos amigos, nuevos profesores. Un mundo nuevo. Ese pequeño mundo que aflora desde el interior propio cada vez que te encuentras con algo desconocido. Quizás sepas de lo que te hablo, quizás no lo hayas vivido pero si lo has intuido o por lo menos deseado. Todos lo hemos deseado alguna vez. Te contaré una historia:

"Una sociedad como la actual, con sus prejuicios, sus normas, sus protagonistas. Dos jóvenes en época de rebeldía, hormonas revolucionadas, llenos de deseos, fantasías, ansia y ganas de vivir cada segundo que la vida les ofrecía.
Dos vidas diferentes destinadas a vivir un mismo futuro. El cómo y dónde se conocieron es irrelevante en el conjunto de su historia. ¿Crees en las almas gemelas? ¿En las llamadas "medias naranjas"?. Según la mitología griega, los seres humanos fuimos creados originalmente con cuatro brazos, cuatro piernas y una cabeza con dos caras. Por miedo a su poder, el Dios Zeus decidió separarlos en dos, condenándolos así a pasar el resto de sus vidas en busca de su otra mitad.


Imagina por un momento que ahí fuera, en cualquier lugar del mundo, está tu mitad. Esa que te entiende como nadie, que con una simple mirada sabe exactamente que decir o que callar con el fin de sacar lo mejor de ti.
Quizás fue el destino, suerte o simple casualidad pero aquellos jóvenes se encontraron mutuamente sin darse cuenta. Como las piezas de un puzzle, como los tonos oscuros y grisáseos que componen las estampas otoñales de las grandes ciudades, como el yin y el yang; de ese modo se sintieron aquellas dos mitades.
Desde el primer momento supieron que lo suyo era para siempre, nada les robaría a su media mitad por segunda vez. Seguro que imaginas alguno de los momentos que vivieron juntos, que los hacía felices. Un helado en mitad de un parque, paseos en bici, tardes de películas... pequeñas cosas que hacen de la vida algo increíble. De pronto, un día cualquiera, un triste destino de la vida se llevó por delante todo eso. Aquella mitad que surgió de la nada, desapareció del mismo modo. Esa mitad que completaba sus momentos, sus sonrisas, su vida. Su mitad.

 Chocamos con la vida demasiadas veces. En ocasiones, sin justificación alguna, sin un por qué. Qué sentido tiene comer pan cuando mueres de sed. Aquél hecho dejó una mitad sola en el mundo, vagando en busca de aquello que ya no estaba, que no existía.
Han pasado muchos años desde todo aquello. La vida sigue su rumbo y con ella sus protagonistas. Cada día que pasa comprueba que sí existen las medias naranjas. Esos nervios injustificados sólo los produce tu media mitad. Su media se fue, nunca más la acompañó, había muerto. Al morir una mitad, muere su compañera.
¿Entiendes ahora de lo que te hablo? Esos nervios no son miedo o inquietud, es algo que solo se siente una vez en la vida con cada cosa única que te ocurre en la misma. Ese nerviosismo era amor."


Han pasado más de tres días desde que decidí empezar esta historia. El cansancio hace estragos, es por esto por lo que no sabría decir qué parte nace de la imaginación, y qué parte forma un componente más de la realidad.