Una vez amé

Una vez amé.

7.08.2012

Ojos azules.


"Soy feo, tímido y anacrónico. Pero a fuerza de no querer serlo, he venido a simular todo lo contrario". Gabriel García Márquez.

Quizás algo así pensó en ese momento aquel joven de ideas abstractas y sueños estravagantes. En ocasiones, muchos se preguntan si realmente la casualidad existe. O si por el contrario la vida, los sucesos, al fin y al cabo, las decisiones, están ya tomadas y planeadas. Quizás el creer que todo tiene una explicación aunque no la sepamos, sea un simple modo de aliviar nuestros propios moratones. Dándo como respuesta a todo algo tan intangible y general como aquello.
Es por esto, por lo que no tengo modo alguno de dáros un por qué a todo lo que sucedió. Así fue como conocí a ojos azules por accidente.


"Frío, calefacción, abrigos, adornos navideños, impaciencia por año nuevo y como no, resfriados. Un invierno como tantos otros. El costipado le impedía salir a dar un paseo o a tomar algo, en definitiva, lo que muchos hacen en las vacaciones navideñas. Como única solución a su falta de distracción se dedicó a toquetear el portátil, acompañado de una taza de chocolate caliente y kleenex. Quién diría que entre todo aquello iba a encontrar a quién se convertiría en su sombra desde la lejanía. Después de pasar horas enteras malgastando su tiempo, sonó un "¡Clín!". Ese típico sonidillo del chat que oía tanto a lo largo del día, allí empezó su historia.
Una historia de dos extraños que en un principio simplemente jugaban a quererse, quizás porque buscaban lo mismo, porque creían que algo que no ves no puede llegar a ser real. Es algo completamente estúpido. Puedes llegar a querer aquello que no ves. Pasaron horas, días, semanas, meses.. y todo aquello seguía igual. Raro era el día entre semana que no habláran. Sin decíselo nunca, sabían que el último día que hablaban era el jueves, hasta el domingo, que puntualmente, se volvían a encontrar tras las pantallas.
Muchos fueron los planes pensados a lo largo de los meses, innumerables la cantidad de noches que dormían soñando con el día en el que al despertarse, se encontraran el uno al otro con la mirada. Ese chico joven de ojos negros y agujeritos en las mejillas, vivía algo nuevo, que nunca hasta entonces había experimentado, estaba enamorado. Planeaban una y otra vez un viaje de verano, era el plan perfecto, sin margen de error. Pero he ahí el sin sentido de la vida, cuando crees que todo está bajo tu control, algo llega y lo descoloca por completo. Quizás fue eso lo que les hizo darse cuenta de que realmente estaban deseosos y llenos de ansia por encontrarse de cualquier modo. No fue fácil aceptar que por momentos una historia de dos dejaba de ser un secreto. Su propio miedo era en ocasiones superior al amor propio, pero nunca llegó ni siquiera a acercase al amor que sentía por quién lo esperaba cada noche tras la pantalla, mucho menos el qué dirán. Llegó el momento en el que parecía que no tenían salida, que todo estaba perdido y que tristemente, el destino los obligaría al abandono y el olvido mútuo. Querer es poder, o eso dicen.
Aquel jóven de ojos negros, impaciente por poder ver de frente esos ojos azules que lo hacían perder la cabeza y el sueño, se levantó una mañana de un caluroso día de agosto decidido a cometer una locura. Una locura provocada por horas de risas sentados frente al ordenador, por noches llenas de imaginación. Una locura por amor.
Y fue así como eligió un lugar de la costa mediterránea, un hotel, un autobús y una fecha para el viaje. En una semana se encontrarían pasara lo que pasara. Estaba decidido a sentir de cerca un susurro que lo estremeciera cada noche antes de dormir. 
Llegó el día de salir de casa rumbo a lo desconocido, pero también a lo que más había podido llegar a querer a sus 18 años. Cargado de miedo, ilusión, nervios, inseguridad, ansia, y sobretodo, de alegría, salió de casa. Esa casa que estaba en contra de su locura.
Las horas de viaje pasaban entre los nervios del primer momento y las ganas de llegar. Eran las 12:30 de la mañana y ya se encontraba admirando aquella ciudad llena de palmeras y turistas en chanclas caminando por las calles, había llegado a su destino. Al bajar del autobús apenas percató el olor a mar, la sensación de humedad. Subió por instinto las escaleras mecánicas que tenía en frente, y allí estaba,  más cerca que nunca, quien había sido su compañía en las noches desde aquél 28 de diciembre en el que hablaron por primera vez. Fue el abrazo más anhelado, la caricia más deseada, la felicidad más sincera que haya podido llegar a tener. Increíble como podía echar tanto de menos a quien nunca antes había visto. 
El trayecto al hotel se pasó entre risas tontas, conversaciones sin sentido, y preguntas acerca de dónde demonios estában y como iban a llegar. Finalmente y tras un buen rato, llegaron. 
Aquél hotel guarda entre las paredes de la habitacion 125 un beso tan largo como deseado, el primer beso que daba desde lo mas hondo de sí mismo. La tarde pasó entre las hamburguesas del Burguer King, turistas por todas partes y paseos por toda la ciudad. Al atardecer, y tras mucho caminar, cayeron exhaustos en un paseo de jardines. Recuerda todos y cada uno de los besos a la perfección, asi como las conversaciones y las sonrisas. Fueron cuatro días al lado de quien era toda su felicidad, a quién se había entregado por completo durante tanto tiempo. Cuatro días que supieron a horas. Playa, terrazas, comida barata, risas, prisas, secretos.. vida. Aún guarda como objeto más preciado la foto de carnet que le regaló, pocos saben de su existencia, así como la alegria y nostalgia que en ella se guarda. Terminaron su última noche cenando sandwiches y chuches que compraron a la madrugada en una gasolinera, aún habiendo planeado ir a cenar a un buen restaurante. Es por esto, que quizás los planes no tengan sentido y sí las decisiones espontáneas.

No recuerdo un día más triste como ese 15 de agosto, cuando su viaje, su locura, iba a acabar. Era el día del adiós.
Sus ojos azules reflejaban la tristeza que brindaba el jóven de los agujeritos en la mejilla. Fue,al igual que las mañanas anteriores, un despertar perfecto. Pasaron su ultimo día juntos, aprovechando cada segundo que la vida les ofrecía uno al lado del otro..pero el tiempo se agota.
La tristeza era palpable, al igual que la impotencia. Quedaba como último pasajero el chico de ojos negros y agujeros en las mejillas. Allí tuvo lugar el último beso, el útimo abrazo. 
Una última mirada hacia atrás, y rumbo al asiento que lo llevaría de vuelta a la realidad que le ofrecía su día a día lejos de aquellos ojos azules.
Vió su pelo rubio y sus bonitos ojos por ultima vez desde la ventana del bus, su mirada triste y una sonrisa que lo unico que gritaba era la rabia de una derrota provocada por los kilómentros.
Leyó un ultimo sms mirando a sus ojos: "Gracias por estos 4 dias, me has hecho la persona más feliz del mundo. Quiero que sepas que para mi fue la mejor cena que podía tener, porque fue contigo". y se alejó cabizbajo. Fue la ultima vez que lo vió.
Cuatro horas de viaje, en las cuales unos ojos negros enrrojecidos por la rabia y las lágrimas, lo llevaron de vuelta a casa. Fueron cuatro horas de llanto silencioso, quizás aumentado por el hecho de saber, en el fondo, que nunca más se volverían a encontrar.
Puede que por cosas de la vida, por falta de interés, por exceso de amor o por simple tristeza, después de aquel viaje loco todo acabó. 
Nada volvió a ser como antes, ojos negros esperaban pegando a la pantalla encontrar a la misma hora de siempre, los ojos azules tras la misma, pero no fue así. Tras una ultima conversación sincera, no volvió a saber nada de aquel pelo rubio y ojos azules, pasaron meses sin saber absolutamente nada, comprobando cada noche si tenía algún mensaje proveniente de su destino preferido. 
Desde entonces, los ojos negros ya no brillan, los labios carnosos ya no rien. O por lo menos, no como antes. No hay noche que no recuerde su suspirar, su tacto, su respirar, su piel. No hay noche que no maldiga al destino o a quién sea el culpable de que todo aquello acabara.
Llora en silencio, rie como única solución ante los demás para intentar olvidar que toda su felicidad recide en otra persona. Se hiere a si mismo al buscar en otros ojos lo que perdió con aquella despedida. 

Un año después, todo sigue igual. Sigue tan enamorado como el primer día, y más perdido que nunca. Buscando lo que tristemente, nunca encontrará".

«me imagino a mi misma a los 40, buscándolo de nuevo, sólo para encontrarme con que sigue con su bella esposa, que tiene unos hermosos hijos y es completamente feliz (...) De éso se trata la canción y me da miedo el pensarlo» Adele - Someone like you.